La materialidad y la presencia de los objetos, las estructuras del espacio y los límites que se encuentran en la experiencia del tiempo serán motivo de reflexión para el arte contemporáneo a través de la muestra Vuelo fuera de tiempo, que el próximo miércoles será inaugurada en el Museo de la Ciudad de México.
Cuatro acercamientos a la escultura, realizados por igual número de artistas, tres de ellos extranjeros, se reúnen en la exposición que a decir de su curador, Oliver Kandt, “nace de una investigación acerca de los objetos, de cómo nos podemos relacionar con ellos y también aprender. Es una vuelta a lo formal en el arte para dar un vuelco a lo estético y buscar la sensibilidad”.
Un atado de limones cae sobre una pila de madera sostenida sobre un bote azul. Es la obra del único mexicano representado: Abraham Cruzvillegas. La de él como la de la británica Karla Black, el neozelandés Simon Denny y el canadiense Geoffrey Farmer “son instalaciones extendidas. Cada uno marcando su tratamiento con la fisicalidad de las cosas. Todas son esculturas que tienen su propia temporalidad acerca de los materiales”, explica el curador.
Realizadas ex profeso para la muestra, las piezas, agrega Kandt, plantean “las tensiones que se concentran entre los objetos, la experiencia y el reconocimiento de cómo vemos las cosas.
El nombre de la exposición, dice, “responde al título del diario dadaísta de Hugo Ball, en el que las relaciones inconscientes y la negación de la lógica racional actuaron como una percepción contramodernista, es decir, como una posibilidad para dar otra estructuración del estado de una situación, o acerca de la historización”.
También busca “contemplar la temporalidad de la obra de arte y las libres asociaciones de cómo ha sido producida. Cómo los contextos, la historia del sitio, los procesos escultóricos, la vida de los materiales, la estructura de la arquitectura irán moldeando la obra”.
Las esculturas fueron desarrolladas dentro del edificio colonial con la idea de crear una inestabilidad visual, formal y discursiva en el espacio arquitectónico.
En suma, las obras examinan aspectos de la objetualidad, la representación y la experiencia, así como la revaluación de la “fisicalidad de las cosas” en el espacio y el tiempo, concluye Kandt.
La materialidad y la presencia de los objetos, las estructuras del espacio y los límites que se encuentran en la experiencia del tiempo serán motivo de reflexión para el arte contemporáneo a través de la muestra Vuelo fuera de tiempo, que el próximo miércoles será inaugurada en el Museo de la Ciudad de México.
Cuatro acercamientos a la escultura, realizados por igual número de artistas, tres de ellos extranjeros, se reúnen en la exposición que a decir de su curador, Oliver Kandt, “nace de una investigación acerca de los objetos, de cómo nos podemos relacionar con ellos y también aprender. Es una vuelta a lo formal en el arte para dar un vuelco a lo estético y buscar la sensibilidad”.
Un atado de limones cae sobre una pila de madera sostenida sobre un bote azul. Es la obra del único mexicano representado: Abraham Cruzvillegas. La de él como la de la británica Karla Black, el neozelandés Simon Denny y el canadiense Geoffrey Farmer “son instalaciones extendidas. Cada uno marcando su tratamiento con la fisicalidad de las cosas. Todas son esculturas que tienen su propia temporalidad acerca de los materiales”, explica el curador.
Realizadas ex profeso para la muestra, las piezas, agrega Kandt, plantean “las tensiones que se concentran entre los objetos, la experiencia y el reconocimiento de cómo vemos las cosas.
El nombre de la exposición, dice, “responde al título del diario dadaísta de Hugo Ball, en el que las relaciones inconscientes y la negación de la lógica racional actuaron como una percepción contramodernista, es decir, como una posibilidad para dar otra estructuración del estado de una situación, o acerca de la historización”.
También busca “contemplar la temporalidad de la obra de arte y las libres asociaciones de cómo ha sido producida. Cómo los contextos, la historia del sitio, los procesos escultóricos, la vida de los materiales, la estructura de la arquitectura irán moldeando la obra”.
Las esculturas fueron desarrolladas dentro del edificio colonial con la idea de crear una inestabilidad visual, formal y discursiva en el espacio arquitectónico.
En suma, las obras examinan aspectos de la objetualidad, la representación y la experiencia, así como la revaluación de la “fisicalidad de las cosas” en el
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